miércoles, 21 de agosto de 2013

Vulnerabilidad: don de ternura


Vulnerabilidad: don de ternura


La vulnerabilidad la entiendo como un reconocimiento de nuestra pobreza de seres humanos. ¿Qué tienes que no hayas recibido? ¿Qué has aprendido que no te hayan enseñado? ¿Qué sabes del amor si no porque te han amado?

Vulnerable es lo que puede ser dañado porque no sabe o no puede defenderse. Esto crea un sentimiento de indefensión. Algo o Alguien más grande me puede, me sabe.

Lo contrario de la vulnerabilidad es la seguridad. O las capacidades que nos hacen afrontar y mejorar. Pero todo esto es muy relativo si hablamos de la ternura.

Es apasionante descubrir y experimentar la vulnerabilidad cuando nos sentimos queridos. Vamos a ser tiernos, que no ingenuos. Y es que la vulnerabilidad precisa de unas condiciones de partida. Ante todo, no queremos recibir daños predecibles; si bien tenemos que asumir el riesgo de la vulnerabilidad. No hay amor sin dolor. Yo diría no hay ternura sin vulneración. Para llegar a la experiencia de la ternura, algo se tiene que romper: nuestro miedo a ser heridos.

La experiencia nos condiciona y nos va creando prejuicios, carcasas, armaduras, air-bag, que acaban casi que situándonos en un medio artificial. En una urna donde, a veces, no entra ni el aire. Puede contaminarnos, desgastarnos, envejecernos e incluso, asustarnos. Podemos llegar a perder la naturalidad, la transparencia, la sencillez de lo auténtico porque estamos envueltos en mil capaz de invulnerabilidad y, de camino, en la soledad más asesina: la de nuestro propio ego. No tenemos más perímetro de visión porque nuestro Yo es tan extremadamente grande que no tiene cabida nada más, y nada menos.

Vamos a hacer un esfuerzo por romper esta burbuja. Vamos a ser vulnerables con plena conciencia de que es una opción libre, premeditada y totalmente voluntaria.

La vulnerabilidad es una puerta de bisagra. Es a través de ella como permitimos que “los otros” irrumpan no solo en mi vida, sino en mí ser. Si abro dejo paso para que entren hasta que lo vulnerable se vuelva invulnerable. Hasta donde tenga el muro de contención.

Es fascinante pensar, y meditar nuestra permeabilidad. Si dejamos pasar nos arriesgamos no solo a lo peligroso, sino también a lo fabuloso. Estamos creados para ser con “otros”. Y cuando esos “otros” penetran nuestro ser, nos expanden, nos agrandan, nos hacen experimentar lo Divino de nuestra Humanidad. Esto es la comunión. Ya no soy yo, somos nosotros. Un Otros grande.

Se acaba la rivera del individualismo y se abre un universo inmenso. Tendemos a ser calculadores. Controlamos para sentirnos seguros. Ser vulnerable es derretir los muros, es ablandar las durezas, es abrir lo taponado. Vulnerable es moldeable, es adaptable. No hay nada predeterminado. Todo está por hacer, por construir, por caminar. Todo está al frente. Todo está por venir.

Contemplemos y solo eso, a una criatura indefensa, pequeña, necesitada y…dormida. Es una situación de abandono absoluto. En esto confluyen los corazones sanos de toda la humanidad. Provoca ternura. No ha hecho nada más que SER. Por ese único y exclusivo hecho, es amado en las entrañas de aquel ser humano que lo contemple. Es extasiarse ante la vida. El Milagro de la Vida está intrínsecamente ligado a la Ternura. Y es que los bebés son los auténticos maestros de lo tierno, de lo bello, de lo sencillo y… de lo vulnerable.

Os invito a contemplar la foto o la imagen de un bebe y tomar conciencia de los sentimientos que despiertan. Solo dejarnos poseer por el torrente de emociones que brotan y fluyen con una mirada sincera, limpia y acogedora. ¿No es esto un don?

Es un regalo de la vida que despierta lo mejor de nosotros mismos. Y sobre todo, y este es el camino a descubrir, que estamos invitados: a abrir los ojos de nuestro corazón, para ver lo esencial de la vida, que se esconde y se empaña entre corazas.

Un bebe es futuro y presente. La ternura no tiene pretéritos. Solo vive el aquí y el ahora del ser a la intemperie.

Situémonos y sintamos nuestro ser más indefenso y dejemos que aflore. Dejémosle salir y que rija nuestra vida alguna que otra vez, de vez en cuando.

Permitamos que la adrenalina se dispare, en la gozada del desbordamiento de la vulnerabilidad; en el abandono más absoluto de quien experimenta latir la vida en un corazón rebosante de ternura.
Este mundo necesita riadas, inundaciones, de quienes queremos arriesgarnos a dejarnos ser vulnerables para ser rostros de ternura en medio de nuestra sociedad. Signos de Vida plena, pura, sana, entusiasta y “enbebeda”. ¡Qué mejor legado podemos dejar en este mundo cuando nos tengamos que ir!.

Nuestra mejor herencia: haber vivido tiernamente la vida, en los bordes de una vulnerabilidad elegida libre, comprometida y alegremente.

¿Te animas?

                                                                                    Mª Victoria Romero Hidalgo

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