Vulnerabilidad: don de ternura
La vulnerabilidad la entiendo como un reconocimiento de
nuestra pobreza de seres humanos. ¿Qué tienes que no hayas recibido? ¿Qué has
aprendido que no te hayan enseñado? ¿Qué sabes del amor si no porque te han
amado?
Vulnerable es lo que puede ser dañado porque no sabe o no
puede defenderse. Esto crea un sentimiento de indefensión. Algo o Alguien más
grande me puede, me sabe.
Lo contrario de la vulnerabilidad es la seguridad. O las
capacidades que nos hacen afrontar y mejorar. Pero todo esto es muy relativo si
hablamos de la ternura.
Es apasionante descubrir y experimentar la vulnerabilidad
cuando nos sentimos queridos. Vamos a ser tiernos, que no ingenuos. Y es que la
vulnerabilidad precisa de unas condiciones de partida. Ante todo, no queremos
recibir daños predecibles; si bien tenemos que asumir el riesgo de la
vulnerabilidad. No hay amor sin dolor. Yo diría no hay ternura sin vulneración.
Para llegar a la experiencia de la ternura, algo se tiene que romper: nuestro
miedo a ser heridos.
La experiencia nos condiciona y nos va creando prejuicios,
carcasas, armaduras, air-bag, que acaban casi que situándonos en un medio
artificial. En una urna donde, a veces, no entra ni el aire. Puede
contaminarnos, desgastarnos, envejecernos e incluso, asustarnos. Podemos llegar
a perder la naturalidad, la transparencia, la sencillez de lo auténtico porque
estamos envueltos en mil capaz de invulnerabilidad y, de camino, en la soledad
más asesina: la de nuestro propio ego. No tenemos más perímetro de visión
porque nuestro Yo es tan extremadamente grande que no tiene cabida nada más, y
nada menos.
Vamos a hacer un esfuerzo por romper esta burbuja. Vamos a
ser vulnerables con plena conciencia de que es una opción libre, premeditada y
totalmente voluntaria.
La vulnerabilidad es una puerta de bisagra. Es a través de
ella como permitimos que “los otros” irrumpan no solo en mi vida, sino en mí
ser. Si abro dejo paso para que entren hasta que lo vulnerable se vuelva
invulnerable. Hasta donde tenga el muro de contención.
Es fascinante pensar, y meditar nuestra permeabilidad. Si
dejamos pasar nos arriesgamos no solo a lo peligroso, sino también a lo
fabuloso. Estamos creados para ser con “otros”. Y cuando esos “otros” penetran
nuestro ser, nos expanden, nos agrandan, nos hacen experimentar lo Divino de
nuestra Humanidad. Esto es la comunión. Ya no soy yo, somos nosotros. Un Otros
grande.
Se acaba la rivera del individualismo y se abre un universo
inmenso. Tendemos a ser calculadores. Controlamos para sentirnos seguros. Ser
vulnerable es derretir los muros, es ablandar las durezas, es abrir lo
taponado. Vulnerable es moldeable, es adaptable. No hay nada predeterminado.
Todo está por hacer, por construir, por caminar. Todo está al frente. Todo está
por venir.
Contemplemos y solo eso, a una criatura indefensa, pequeña,
necesitada y…dormida. Es una situación de abandono absoluto. En esto confluyen
los corazones sanos de toda la humanidad. Provoca ternura. No ha hecho nada más
que SER. Por ese único y exclusivo
hecho, es amado en las entrañas de aquel ser humano que lo contemple. Es
extasiarse ante la vida. El Milagro de la Vida está intrínsecamente ligado a la
Ternura. Y es que los bebés son los auténticos maestros de lo tierno, de lo
bello, de lo sencillo y… de lo vulnerable.
Os invito a contemplar la foto o la imagen de un bebe y tomar
conciencia de los sentimientos que despiertan. Solo dejarnos poseer por el
torrente de emociones que brotan y fluyen con una mirada sincera, limpia y
acogedora. ¿No es esto un don?
Es un regalo de la vida que despierta lo mejor de nosotros
mismos. Y sobre todo, y este es el camino a descubrir, que estamos invitados: a
abrir los ojos de nuestro corazón, para ver lo esencial de la vida, que se
esconde y se empaña entre corazas.
Un bebe es futuro y presente. La ternura no tiene pretéritos.
Solo vive el aquí y el ahora del ser a la intemperie.
Situémonos y sintamos nuestro ser más indefenso y dejemos que
aflore. Dejémosle salir y que rija nuestra vida alguna que otra vez, de vez en
cuando.
Permitamos que la adrenalina se dispare, en la gozada del
desbordamiento de la vulnerabilidad; en el abandono más absoluto de quien
experimenta latir la vida en un corazón rebosante de ternura.
Este mundo necesita riadas, inundaciones, de quienes queremos
arriesgarnos a dejarnos ser vulnerables para ser rostros de ternura en medio de
nuestra sociedad. Signos de Vida plena, pura, sana, entusiasta y “enbebeda”. ¡Qué mejor legado podemos
dejar en este mundo cuando nos tengamos que ir!.
Nuestra mejor herencia: haber vivido tiernamente la vida, en
los bordes de una vulnerabilidad elegida libre, comprometida y alegremente.
¿Te animas?
Mª Victoria Romero Hidalgo
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