LA TERNURA TAMBIÉN DUELE
La ternura entraña el Misterio del Dolor. Lo querido, lo
apreciado, lo que ha tocado el corazón es un tesoro invalorable, y más aún si
ha penetrado en nuestra esencia más afectiva.
La ternura es una piel muy sensible, muy frágil, muy
vulnerable. Por eso cuando sobreviene el dolor, la intensidad es más aguda; el
efecto más profundo; la duración más prolongada. El sentimiento se rasga. La
sensibilidad se tensa hasta el límite de partirse. No es descriptible el dolor. No se puede expresar
con palabras lo que el alma siente. Es el llanto más penetrante. La lágrima más
incisiva. La vivencia más incomprendida.
Es una gran debilidad y paradójicamente, un férreo pilar.
Vivimos en medio de esas contradicciones. Las que la vida nos va gastando. De
la sonrisa a la lágrima a veces no hay más que una décima de segundo. Las
emociones se superponen, hasta el punto de rozar el desvarío. ¡Qué complejidad!
Es una lucha de titanes donde nadie pierde ni gana. El
corazón se va agrietando y a la vez se encallece en la dulzura de un quebranto
que lo estira y prolonga sus efectos. Es como cuando uno monta una tienda de
campaña. ¡En qué poco espacio cabe! Cuando la desliamos y la extendemos nos
parece algo más grande, pero su verdadera amplitud sucede cuando la tensamos.
Al estirar las cuerdas. Al clavar sus estancas. Se eleva y adquiere su forma y
responde a su misión: dar cobijo a quienes no deben estar a la intemperie.
Nuestro corazón está llamado a acoger, a estirarse, a abrirse creando una
cabida que nos hace entender que está hecho para otros.
Es un Misterio que nos desborda y una gracia que nos provoca.
Vivir esta experiencia es desposeerte de todos tus esquemas previos. Reconocer
que eres un analfabeto emocional y dejarte educar en las lecciones magistrales
del gozo y el dolor.
Hay un dicho que me parece iluminador. “Algunas personas
sienten la lluvia. Otras simplemente se mojan”. Esto es ternura. Quien se deja
afectar o quien sencillamente vive un hecho sin más.
El dolor aceptado y vivido en la esperanza, despierta el
universo de los posibles. Abrir las emociones al Infinito no solo las dotan de
sentido, sino que despliegan un Universo de posibilidades que no se agotan
Somos cuerpos limitados en almas de infinito. Nunca nos acabamos. No tenemos
más término que el que a veces nos imponemos. Saltar por encima de lo posible y
llegar a lo inimaginable. No sé cómo se hace, pero no importa. Solo deseo
realizarlo. Romper mis propias barreras y alcanzar la cima de lo que el corazón
desapegado a mi egoísmo sueña. Enternecer mis propios muros para traspasarlos.
Son demasiados condicionantes. Excesivas seguridades. Incontables miedos.
Temores que paralizan y estancan en lo material.
Abrir las lonas de mi corazón. Desplegar y tensar sus cuerdas. Clavar las estacas con
esfuerzo y profundidad para tener una tienda firme y que no se caiga. Con un
doble fondo para que cuando lleguen las lluvias de la crítica, de la
incomprensión, del abatimiento, del miedo, del malestar, del inconformismo, no
calen. No traspasen la impermeabilidad de mi tienda. Con una puerta grande,
donde puedan entrar más grandes y pequeños. Más obesos y delgados. Más guapos y
menos atractivos. Inteligentes y torpes. Simpáticos y tímidos. Donde no haya
acepción de personas por nada.
Donde solo nazca el deseo de un amor que va más allá del
dolor porque es más grande, más bello y… más tierno.
¿Quieres
soñar conmigo?
Mª
Victoria Romero Hidalgo. A.J.M
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