La Tierna Misericordia
Misericordia es una palabra de origen latino. (Misere:
necesidad; co,cordis: corazón; e ia, hacia los demás) Podíamos traducirla como
vivir con un corazón abierto hacia aquellos que tienen necesidad.
La misericordia está tejida con los hilos de la humildad, la
sencillez y el perdón. Habita en lo entrañable, lo escondido, lo íntimo. Nos
inserta en la esencia de nuestro ser y nos acompaña a lo nuclear de las
personas.
La misericordia nace de la experiencia de reconocernos en
verdad como somos. Seres pequeños, indefensos, incompletos, necesitados.
Descubrir quienes somos en realidad es aceptar que somos dependientes y que
mendigamos amor. No somos autosuficientes. No podemos serlo por nuestra propia
humanidad.
Aceptar este principio, es abrirnos y dejarnos transformar en
la experiencia de sentirnos y sabernos amados en nuestra hambre y sed de
peregrinos del Infinito. Tomar conciencia, aceptar esta verdad es adentrarnos
en los páramos más apasionantes del corazón de todo ser humano.
No podemos saber de misericordia si no hemos gustado
anticipadamente el gozo de sabernos acogidos, aceptados y queridos como somos.
No solo por lo buenos, lo listos o lo poderosos, sino más bien por lo
mediocres, lo torpes y lo pedigüeños.
Abajemos nuestro ego. Anonademos nuestra soberbia.
Ninguneemos nuestro destellar de glamour, para poder adentrarnos en algo más
humano, más entrañable y también más raro.
Es necesario el despojamiento de nuestras razones, nuestras
creencias, nuestros haberes y nuestros sentimientos caducos. Quedarnos limpios
para poder empaparnos de un misterio de gracia y de vida.
La misericordia es un don del corazón que se alimenta de la
ternura. Bebe de unos sentimientos más grandes, desinteresados, y misteriosos.
No nos pertenece pero tenemos el privilegio de poder gustar y practicar un
tesoro que nos hace más humanos.
Experimentar la misericordia provoca instintivamente que nos
volvamos misericordiosos. Requiere que nuestra mente y nuestro ser estén
abiertos para descubrir que soy don para los demás y los demás son dones para
mí. Toda persona es un regalo que me hace la vida para enriquecer la mía. No en
la misma proporción. No con la misma intensidad. No en la misma profundidad;
pero todo ser humano es un enriquecimiento para mí.
Esto requiere percibir la realidad, las circunstancias y las
personas con ojos nuevos, limpios, necesitados y dadores de ternura.
Dentro de nuestras diferencias y a pesar de nuestra
originalidad y novedad, todas las personas tendemos a las mismas carencias, los
mismos vacios, las mismas heridas. Y el bálsamo que lo sana todo en la ternura
impregnada de misericordia.
Nuestra grandeza se esconde, no en nuestras conquistas, sino
en nuestra pequeñez, en nuestra dependencia, en nuestros miedos y bloqueos, en
nuestra apertura y entusiasmo. Somos seres infinitos en realidades limitadas.
La tierna misericordia nos hace gustar la inmensidad de nuestro ser y hacer en
medio de este mundo.
¡Que por ti no quede!.
Mª Victoria Romero Hidalgo. AJM
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