TERNURA: CLAVE DE AMOR
El distintivo de un amor auténtico es la ternura. El ideal del
amor es enternecerse ante la realidad, los aconteceres y las personas. No es
algo premeditado. No hay que estudiarlo. Ni hacer un firme propósito.
Solo dejarnos arrastrar por el torrencial de la Vida, que
nace, fluye y conduce hacia orillas lejanas a nuestros cálculos, lógicas y
previsiones.
Es lanzarnos a la aventura de lo desconocido y de lo que está
por venir. Explorar un universo diferente que transgrede las claves espacio-
temporales y se adentra en lo Imposible de nuestras certezas.
Es una locura porque rompe toda lógica y sensatez de nuestra
inteligencia. Arrasa con nuestros códigos puramente éticos. Trasciende el
planeta de las relaciones correctas. Y nos introduce en una dimensión solo
permitida a quienes asumen el riesgo de vivir contracorriente. A quienes
aceptan vivir permanentemente en lo Eterno.
No se trata de una opción sentimental, blandengue, llorona,
ni entusiasta de un rato. Es más Infinito y más Cercano. Vivir atentos a lo que
nos rodea poniendo color, calor y candor. Es Sencillo, y también arriesgado.
Apasionarnos por
la realidad, los acontecimientos y las personas. Poner todo el corazón, toda la
mente y todo el ser en amar, sin más. No es un volunto de un rato. Es una
opción de vida. Con todos los riesgos que conlleva.
Testimoniar que el corazón de cada ser humano está amasado
con la harina de lo gratuito. Fermentado con la levadura de la sencillez.
Cocido en el horno de la Gracia. Y habitado por las entrañas de la Ternura.
En nuestro corazón se han escrito los versos más profundos,
más sinceros, más transparentes, más de llenos de Vida sin Fin. Nuestra
existencia es un poema que merece ser recitado en los palcos del mundo de lo
cotidiano, de lo escondido, de lo discreto. Las grandes revoluciones suceden en
el corazón que grita desde el silencio. No busquemos palabras elocuentes. No
preparemos discursos persuasivos. No intentemos que se nos junte una gran
multitud. Esto no es una llamada indiscriminada. No es una cuestión de masas.
Esto es sencillamente una llamada a ser lo que estamos llamados a ser porque
para esto hemos venido.
Es un error creer que estamos llamados a grandes gestas, o
que nuestra vida tendrá sentido si, como dicen por ahí, plantas un árbol,
tienes un hijo/a o escribes un libro.
Nuestra vida está preñada de sentido porque su identidad más
profunda, se llama Ternura. Y se manifiesta en lo imperceptible, pero que
imprime una huella imperecedera.
La ternura es la clave del amor. Me arriesgaría a decir que
no hay amor sin ternura. Es el despojamiento de todo lo mío para que sea tuyo.
Ya no me poseo porque mi verdadera pertenencia es vivir a la intemperie.
La ternura tiene otra expresión. Su lenguaje es el de la
mirada, la caricia, la cercanía, el abrazo, el beso, la complicidad, la
intimidad, el silencio sonoro, la luz, la apertura, la novedad, la compañía, la
fecundidad, el sabor, la inocencia, la dependencia, la risa, el esfuerzo por lo
pequeño, las lágrimas, los milagros cotidianos, la palabra impronunciable, la
voz de lo perdurable, el latido de lo obvio, la llamada a la vigilancia, la
espera ocupada y una nueva comunicación de lo que está por descubrir.
La ternura en clave de amor. Despierta nuestros sentidos a lo
desconocido que está por llegar. Tiene un sabor a estreno. Un olor a inocencia.
Un sonido de arpas y citaras. Una imagen de lienzo en blanco. Un tacto suave y
comunicativo. Y un sexto sentido que no se llama intuición, sino sorpresa.
La Ternura en clave de amor. Es una estación de partida que
no tiene llegada más que en el infinito. Solo es necesario sacar el billete y
avivar la ilusión de una aventura apasionante.
¿Te vienes?
Mª Victoria Romero Hidalgo. AJM
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