La dura ternura
No es una contradicción escribir esto, ni una equivocación.
No es fácil ser tierno. No es espontáneo, dejar que aflore nuestro lado más
vulnerable; fundamentalmente porque esta experiencia es dura. Es dura la
ternura.
La apertura que conlleva dejarse afectar por lo que nos
rodea, es una misión laboriosa y ardua. Nuestra tendencia es a ponernos una coraza
y protegernos. Dejarnos tocar, es arriesgado, pero también aPASIONante.
No quiero teclear bellas palabras, cargadas de razones efímeras.
Quisiera esta noche escribir solo lo que brota del corazón. Eso que mana imparable,
hasta el punto que los dedos no tienen velocidad suficiente para llevar ese
ritmo. Los latidos son intensos, porque las vivencias cautivan y provocan una
confrontación constante de emociones, que pelean sin sentido, porque todo es un
volcán que no deja de erupcionar .
Vivo experiencias que me seducen y me desbordan por la
sencillez, la sinceridad, la autenticidad de sus protagonistas. Encontrar
personas que te muestran que sus vidas son otras porque se han encontrado con
Alguien, no se asimila fácilmente. Por eso, y como siempre he hecho cuando los
sentimientos me pueden, quisiera dejar escapar algo, pero siempre con la
conciencia y el temor de no desvirtuar la belleza de una conversión.
Toda persona es sagrada, aún habiendo cometido delitos, estar
enganchado a la droga, robado, violado, asesinado, traficado… A pesar de todo,
nunca nadie puede perder su dignidad, la de ser hijo/a de Dios.
Y aquí está el quid de la cuestión: no siempre somos lo que
hacemos. Somos mucho más de lo que creemos ser, porque hay una parte en nosotros
que solo podrá hacer Dios, si le dejamos.
Y esto es lo que me tiene conmocionada. Me relaciono con una
persona que ha estado tremendamente enganchada a la droga, cometiendo delitos
por ello, y que ha sido capaz de renunciar a su dosis de metadona para venir a
catequesis. Otra, que su paso por la cárcel le ha ayudado a encontrarse con
el Señor y es otra persona. Otra que llevaba una vida muy desordenada y abocada
al desastre y que su estancia en prisión le ha ayudado a salvar su matrimonio. Otra
que te emociona cuando habla con profunda inocencia de sus hijos. Otra que ha
conocido el amor en prisión y se ha casado con él. Otra que ha podido retomar
su vocación periodística… y mucho más.
Y cada vez me siento más fascinada de cómo el Señor vive
entre rejas. Porque detrás de todas esas personas hay historias, vidas que
conmueven. Y yo lo único que hago es estar ahí. Contemplar a los pies del
Maestro como se van modelando las vidas con la cercanía, la escucha, la palabra
oportuna, la sonrisa, la confianza, la ilusión, la esperanza… como con lo más
sencillo se obra el milagro. La pedagogía de Dios es la ternura, la paciencia,
la constancia, el dolor y el perdón. Y todo se mezcla en un lienzo, que podría ser gris, triste, repelente; pero que es la mejor obra de arte
que haya podido contemplar hasta ahora. Dios sigue “recreándose” en sus
criaturas. Y vuelve a modelarlas. Y me siento privilegiada ante un Artista, que
solo sabe crear algo bueno.
Y las palabras se van agotando, se van diluyendo conforme me
adentro en las honduras del misterio de un Dios que en lo duro ha esculpido la
belleza de una criatura con el cincel de la paciencia y el martillo de la
ternura. Gracias Abba.
Regalar ternura enyre rejas debe ser un privilegio de la gracias de Dios y una bendición.
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