Acariciar. A veces se trata de eso. En nuestro mundo, en nuestra vida, en nuestro día a día.
Algo tan sencillo como eso.
Sonreír a quien está triste (pero no sonrisas fáciles o vacías, sino que establezcan un vínculo).
Apretar una mano (y con ello transmitir un mundo). Acariciar un rostro, prometiendo estar ahí.
Ver, y aún más, mirar al otro… oír, y entonces escucharle.
Abrazar a quien se siente tan abandonado, tan abatido…
Estar ahí para los otros, y hacérselo saber.
Me gusta pensar en Jesús como un hombre que también hablaba con sus gestos.
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viernes, 22 de agosto de 2014
Acariciar
Espacio para compartir experiencias sobre el don de la ternura como generadora de amor evangelizador para nuestro mundo.
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